domingo, 15 de agosto de 2010

5º. ALGO MÁS QUE SUSURROS Y SILENCIOS.


"En la playa" de J. Mª. Molina.


Entre el susurro cercano del agua,
cuando la luz de una ola araña
una desgastada roca en su falso lomo,
vuelvo a sentir como me enamoro.

Bajo la inquieta sábana amarrada,
cuando inventamos la huída
desde la tierra a este cielo,
vuelvo a vivir tu consuelo.

Desde el silencio caliente que aguarda,
mientras siento la mordaza
del ardor recién tomado,
vuelvo a nacer, me entusiasmo.

Hasta el momento lejano del alma,
en el que veremos la luna
desde cristales del alba,
quiero sentirte cercana.
...

Miro este cielo de estrellas
y caminitos,
de luces y colas blancas;
casi puedo acariciarlo
porque tú estás a mi lado.

Surco las olas de espuma
y arenas negras,
de rocas en aguas claras;
deseo sentirlas frescas
como caricia en el alma.

Vuelo sobre la tierra y las casas,
entre nubes verdiblancas
de chatos tejados rasos
y siluetas descaradas;
vuelvo a sentirme despierto
cuando a tu lado me llamas.

domingo, 30 de mayo de 2010

4º. "SE ME SUBE EL CORAZÓN"


"Chicos en la playa" de J. Sorolla.

Aprieto fuerte tu cálida mano en mi pecho,
bajo la proximidad de tu cabeza
que se apoya sin fuerzas sobre mi hombro;
y es que no quiero vivir
el sentido de una música
que se encaja con los versos
para traerme desde el recuerdo anochecido
un "desde el alma hasta la boca
se me sube el corazón".

Te pregunto lo que piensas
mientras percibo la cercanía de tu respiración;
y como esperaba me empujas al desconsuelo,
evitando medir la inquietud en los trazos
de las notas, que se imponen a los fonemas
para transformarse en mi mente
por un "se me encoge el corazón".

Intento deducir, paso a paso,
enfrentándome a tus ojos cerrados,
que se esconden tras los muros de tus manos
para que no consiga entrar;
y sólo me acompaña la melodía del mundo,
lleno de gente que canta
al compás desajustado, descontrolado,
de unas palabras que no entiendes;
no lo sabes, pero no sólo consigues
encogerme el corazón:
se me asoman... tristes lágrimas de amor.

Pegado a tu intenso abrazo,
con el deseo de vivirlo todos los días,
espero compartir contigo el momento
en que comprendas lo que te ofrezco;
para dialogar, sin barreras,
mi razón con tu pensamiento;
y construir la memoria del futuro sueño
en que es posible compartir nuestro afecto;
para que de alegría,
"desde el alma hasta la boca",
"se me suba el corazón".


"Muchacho en la orilla del mar" de J. Sorolla.

sábado, 10 de abril de 2010

3ª. "EL AMANECER".

"Mayo" de Ana Núñez.


Amanecer.
Agazapado estoy bajo tu cielo,
consintiendo,
sin querer
buscar más fuerzas;
por no hacer nada, por tener.

Instalado
en la ventana de tu ser;
para ver,
por sentir este rincón
hasta en la piel.

Amanecer,
querido aún sin saber,
por no sentir ya nunca más
un día cualquiera
entre mi ser.
Algo distinto que a la vez
es como ayer.

Contradictoria esta lectura
en un estado de embriaguez.
Casi empezar a no pensar,
casi volver
al irrealismo desigual
de aquella fé
que no se ve.

Amanecer
entre los vuelos de tu amor,
sobresaltado por el aire
de este día
que dejaría
sin hacer,
para aprender
tras las cortinas
los sabores diseñados
por la demencia del placer.

Dejadez del sinsentido,
de la locura de la gente
sin carnet.
Muda estación
de un estado, el corazón,
de fundada desazón
entre los sueños de un cartel
que recoge mil deseos
por hacer.

martes, 26 de enero de 2010

1ª. "Recordé cuanto te gusta"

Detalle de la obra original de CARMEN MUÑOZ

I

Contemplando el mar azul me acordé de ti.
Recordé cuanto te gusta colorear con tu risa
el transparente cristal que colorea la brisa.

Y al mirarte, para verla,
tus labios se disolvían entre vientos insensibles
que arrastran día tras día,
con fanática intransigencia
y manejados por ignorantes corrientes
que encadenan hilos de espuma,
a esas olas inconscientes
que golpean, sin derecho, nuestras tres vidas.

II

Revisando el mar azul te buscaba a ti.
Recordé cuanto te gusta esculpir sobre la arena
las flores de nuestros días.

Y cuando al fin te encontré,
esa marea insensata se afanaba en disolver
las esculturas con agua, por la fuerza de la sal.

Recordé cuanto te cuesta alejarte de la orilla;
aunque solamente sea para evitar el desgaste
de los trazos entre líneas
que marcan nuestras figuras,
que marcan las diferencias.

III

Contemplando el cielo azul me acordé de ti.
Recordé cuanto te gusta comprar
la dorada luz del sol
para estamparla en tu piel
junto al cariño, al amor.

Y cuando rebusqué en tus tatuajes,
trazamos en nuestros cuerpos
mil huellas de nuestra sed;
suavemente, con los dedos,
para marcar libertades
que el océano no entiende.

IV

Atrapando el mar azul hablé solo para ti.
Quise encontrar las palabras, convencerte:
hay que evitar esas olas, esos vientos, las corrientes;
negarles esa maldita ocasión de arañar en nuestras mentes;
y contemplar cielo y mar en la distancia,
enmarcados, en la pared, en el color de la estancia,
dentro de la imagen definida
que queremos dibujar;
protegidos de las luces insensibles
que sólo nos quieren cegar.

V

Contemplando cielo y mar, tan azules,
delimitados por las pinceladas de un óleo en nuestra isla,
sintiendo estar protegidos por el visible cristal,
recordé cuanto te gusta caminar,
junto a la orilla, tras las huellas construidas
del mural de nuestras vidas.

Tatuamos en la piel unos bocetos,
dibujados por la sed de nuestros dedos;
y confiamos en que sean anuncios
que desesperen a la masa irracional:
la búsqueda del respetuoso contacto
hacia nuestra libertad.